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el juego simbólico

El juego simbólico se refiere a la capacidad de los niños y las niñas para imitar situaciones de la vida real y ponerse en la piel de otras personas. Se trata de una actividad en la que pasan continuamente de lo real a lo imaginario.

A través de este juego, representan de forma simbólica los roles y las situaciones del mundo que les rodea, e implica, por ejemplo, «hacer como si» comieran, usando un palillo en vez de una cuchara, o «hacer como si» fueran las progenitoras o las doctoras de un muñeco.

Se trata de una actividad que ayuda a ampliar el lenguaje, a desarrollar la empatía y, sobre todo, a consolidar representaciones mentales. También es una vía para que canalicen sus preocupaciones e incluso les permite encontrar soluciones a sus conflictos, ya que recrean diferentes situaciones a través del juego.

Generalmente, el juego simbólico comienza a los dos años, aunque depende mucho de la madurez psicológica de cada niño y niña. Es una actividad que aparece cuando desarrollan la capacidad para crear y trabajar mentalmente con los símbolos.

En un primer momento, se limitan a reproducir la vida cotidiana de las adultas, los cuentos que les leen, los dibujos animados, etc. De hecho, a los dos y tres años la visión de los niños y las niñas aún es muy egocéntrica y prefieren jugar solas o con su familia. Sin embargo, poco a poco, a medida que se consolida el lenguaje, su imaginación y capacidad de representación, van recreando escenarios más complejos, fruto de su fantasía, e incluyen a otras personas en el juego.

Un aspecto fundamental de esta nueva actividad es el juego compartido. En un primer momento comparten su juego con su familia, pero más adelante comienzan a disfrutar jugando con sus iguales. En este punto son capaces de establecer una meta común y ciertas normas del juego. Poco a poco, el juego simbólico se hace más complejo y grupal, por lo que pasa a ser un proceso de socialización propiamente dicho.

Este cambio se produce a los cuatro o cinco años, edad en la que ya tienen las herramientas psicológicas necesarias para compartir el simbolismo del juego.

Núria Gros Carmona: «El contacto con la arena ya es terapéutico en sí, porque nos remite a una etapa inicial donde lo sensorial está muy presente. Hay muchos niños y niñas que necesitan volver a esa etapa de la sensorialidad y jugar únicamente desde lo sensorial. Los elementos como la arena o el agua son muy terapéuticos. Hay niños y niñas a las que no les han permitido ensuciarse, experimentar o tocar. Poder experimentar libremente con estos elementos tiene un efecto muy sanador.»

Núria Gros Carmona: «Los niños y las niñas aprenden y entran al mundo desde la parte motriz: gatear, andar, correr, saltar, trepar… Una de las bases del desarrollo es el dominio del propio cuerpo. El cuerpo es el vehículo de las emociones y del aprendizaje. Un ejemplo sería el salto. El salto en sí es una experiencia que nos lleva a un proceso de confianza, es decir, para saltar y para lanzarme al vacío, necesito estar confiada, tener confianza en mí y tener confianza también en el otro.»

Núria Gros Carmona: «Hay mucha importancia en la manera en que miramos a los niños y a las niñas. Para poder vincular con ellas esta tiene que ser muy limpia, alejada del juicio. Tiene que permitir al otro ser, con todo aquello que traiga consigo, con todas las partes luminosas y todas las oscuras. Generalmente, a las familias les cuesta mucho aceptar que sus hijos e hijas tienen partes oscuras y aceptarlos en su totalidad.»